PUNTOS IMPORTANTES:
- Activos de Estados Unidos enfrentan señales de fatiga global.
- Inversores redireccionan flujos hacia Japón y Europa.
- Revalúan exposición ante políticas impredecibles de Trump.
La duda crece sobre la supremacía de los activos estadounidenses
El reciente acuerdo comercial entre Estados Unidos y China, que reduce aranceles del 145% al 30% por 90 días, impulsó un repunte en el S&P 500, borrando pérdidas acumuladas en el año. Sin embargo, muchos inversores consideran que el rebote es solo táctico.
Voces como la de Erik Knutzen, de Neuberger Berman, advierten que, incluso con esta distensión, la política comercial de Estados Unidos sigue anclada en modelos arancelarios de los años cuarenta. Además, las políticas de “America First” impulsadas por Trump están acelerando la desglobalización, con efectos inflacionarios y menor crecimiento proyectado.
Más allá de los titulares, lo relevante es que por primera vez en décadas los inversores están cuestionando la conveniencia de mantener grandes posiciones en activos de EE. UU., especialmente ante la fragilidad del dólar y el encarecimiento de los bonos de largo plazo.
Capital global comienza a migrar hacia Asia y Europa
El dominio de las acciones estadounidenses en índices globales como el MSCI World ha provocado una concentración excesiva. A esto se suma la fortaleza del dólar, que en enero alcanzó niveles no vistos desde 1985.
En los últimos cinco años, las tenencias extranjeras de activos estadounidenses aumentaron en 10,3 billones de dólares, de los cuales más de 8 billones fueron solo en acciones, según datos del Departamento del Tesoro. Pero esta tendencia empieza a revertirse.
En abril, los inversores extranjeros compraron 57.000 millones de dólares en acciones y bonos japoneses, la cifra mensual más alta desde 2005. Para analistas como Noah Wise, de Allspring Global Investments, esta reorientación de flujos no implica un abandono, pero sí una pausa estratégica en la compra de dólares y bonos del Tesoro.
Riesgos estructurales y límites de la excepcionalidad financiera de EE. UU.
Pese a que la Reserva Federal no planea recortar tasas en el corto plazo, la composición de los tenedores de deuda estadounidense ya muestra señales de debilitamiento estructural. Según JPMorgan, los bancos centrales y fondos soberanos —considerados inversores conservadores— poseen solo el 36% de la deuda, cerca del piso histórico.
En paralelo, el mercado accionario de EE. UU. cotizaba a 27 veces ganancias futuras en febrero, muy por encima de sus pares globales. Aunque ha corregido parcialmente, muchos gestores creen que la sobrevaloración persiste, sobre todo ante proyecciones de beneficios que aún no reflejan el impacto de la guerra comercial.
Hugh Gimber, de JPMorgan Asset Management, prevé una desaceleración más fuerte:
“Esperaría un crecimiento de utilidades en dígitos bajos, no el 9% actual”
La reciente sorpresa tecnológica desde China, con el modelo DeepSeek, también puso en duda el monopolio de EE. UU. en sectores como la inteligencia artificial.
Europa toma impulso y el Reino Unido despierta interés selectivo
La rotación hacia activos europeos se intensificó. Según Bank of America, los gestores de fondos están más sobreponderados en acciones de la eurozona que en cualquier momento desde 2017. La inversión en Europa está creciendo al 8% anual, lo que podría impulsar ganancias nominales más robustas.
En el Reino Unido, el FTSE 250 ha quedado rezagado respecto del FTSE 100, reflejo de dudas macroeconómicas más que empresariales. Aun así, figuras como Alec Cutler, del fondo Orbis Global Balanced, ven valor en acciones británicas ligadas a infraestructura, defensa y construcción, donde mantiene exposiciones significativas.
Pese a un crecimiento del 0,7% del PIB británico en el primer trimestre —el más fuerte en un año—, la confianza del consumidor sigue débil. El índice FTSE 250 cotiza en múltiplos históricamente bajos, mientras el ratio precio/valor librocayó a 1,5.
Analistas como Helen Jewell, de BlackRock, siguen escépticos: señalan que el peso del FTSE 100 en el mercado británico refleja que el dinamismo no alcanza aún a las empresas medianas. Pero el aumento en los niveles de ahorro podría sostener la demanda interna en los próximos meses.
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