PUNTOS IMPORTANTES:
- Wall Street se transformó en una herramienta imprescindible para financiar el déficit público.
- El gobierno de EE.UU. depende del aumento de las acciones, ya que gran parte de sus ingresos provienen de impuestos a las ganancias de capital.
- Sin reformas fiscales, una caída fuerte de la bolsa podría desequilibrar las cuentas del país, obligando a mantener artificialmente los precios altos.
Robert Kiyosaki no fue el único en lanzar una advertencia sobre los riesgos económicos que envuelven a los Estados Unidos.
Detrás de la aparente fortaleza del mercado bursátil, se esconde una realidad incómoda: el gobierno federal depende, más que nunca, de que las acciones sigan subiendo. No se trata solo de un tema de inversores o grandes fortunas, sino de un mecanismo clave para financiar el país.
Los datos lo dejan claro. Mientras los salarios apenas han logrado mantenerse a flote frente a la inflación, los activos financieros, especialmente las acciones, han crecido a un ritmo frenético, superando incluso el avance del PIB y la oferta monetaria.
La importancia de Wall Street para el gobierno de Trumo
¿El resultado? El 1% más rico posee casi la mitad de las acciones estadounidenses, y el 10% controla más del 90%. Esto ha convertido al mercado en una especie de «caja recaudadora» del gobierno, ya que una parte sustancial de los ingresos fiscales proviene de las ganancias de capital.
En 2021, estos impuestos representaron casi el 9% del PIB y el 15% de la recaudación total. Si las bolsas caen, el impacto en las arcas públicas sería brutal.
Pero la dependencia no termina ahí. El sistema ha creado un círculo vicioso: a medida que el déficit crece y la deuda se acumula, Washington necesita que los activos sigan revalorizándose para mantener el equilibrio.
A raíz de esto, las autoridades han recurrido a medidas como tipos de interés bajos, flexibilización cuantitativa o incluso al famoso «Equipo de Protección contra Caídas», un mecanismo que muchos sospechan que actúa como red de seguridad para los mercados. Mientras tanto, las rentas del trabajo soportan una carga fiscal mayor que las inversiones, beneficiando a los más ricos y dejando al resto en desventaja.
La pregunta es: ¿hasta cuándo podrá sostenerse este frágil equilibrio? Sin una reforma fiscal profunda que grave por igual a las ganancias de capital y a los salarios, o que cierre las brechas legales que permiten eludir impuestos, la dependencia del gobierno del mercado bursátil solo será mayor.
Y si algún día la burbuja explota, no solo Wall Street temblará, el presupuesto federal también podría derrumbarse.