PUNTOS IMPORTANTES:
- La inversión destinada a infraestructura de IA crece sin pausa, mientras surgen dudas sobre si la economía puede sostener estos niveles de gasto.
- Cuellos de botella físicos como escasez de transformadores, límites energéticos y retrasos en centros de datos frenan la expansión global.
- Proyecciones señalan que la industria necesitaría generar ingresos adicionales de 650.000 millones de dólares al año para justificar el gasto total.
La conversación sobre el auge de la inteligencia artificial oscila entre el entusiasmo absoluto y la preocupación creciente por los límites reales que enfrenta esta tecnología. Las preguntas clave son simples: ¿podemos construir toda la infraestructura física que la IA de próxima generación exige? Y si es así, ¿los productos impulsados por IA generarán ingresos suficientes para justificar las inversiones masivas que ya están en marcha?
La presión real sobre la infraestructura de IA
El ritmo de inversión de las empresas tecnológicas no muestra señales de desaceleración. Los últimos reportes financieros de Amazon (AMZN), Microsoft (MSFT), Alphabet (GOOGL) y Meta Platforms (META) confirman incrementos significativos en el gasto asociado a infraestructura de IA, tendencia que se mantiene al alza. Expertos como Jim Schneider, analista sénior de Goldman Sachs, afirman que hoy existe dinero “infinito” para construir nuevos centros de datos. Esto se ha traducido en un auge histórico de componentes esenciales como chips, servidores, turbinas de gas y líneas eléctricas.
Sin embargo, comienzan a emerger límites físicos claros. Algunos proyectos ya experimentan retrasos por falta de capacidad instalada, permisos o materiales. Según Steve Tusa, director gerente de JPMorgan Chase, existen enormes cantidades de centros de datos en etapa de planeación, lo que implica procesos lentos de permisos y aseguramiento de terrenos adecuados.

Este auge ha provocado una mentalidad de “fiebre del oro”, como describe Frank Louthan, director gerente de Raymond James. Muchos desarrolladores creen que basta con disponer de terreno para entrar en el negocio, sin comprender los riesgos reales ni los plazos extensos de conexión eléctrica o fibra óptica. Aun así, las grandes tecnológicas continúan incrementando su gasto en infraestructura, que ya representa una proporción creciente de sus ingresos totales.

¿Son suficientes los recursos físicos para sostener el crecimiento?
Uno de los mayores retos radica en los componentes críticos de los llamados “supercomputadores de IA”. Aunque se resolvieran los problemas de suministro eléctrico, persisten cuellos de botella como la escasez de transformadores, equipos esenciales para conectar instalaciones al sistema eléctrico, explica Schneider de Goldman Sachs. Su proyección sobre cuánta capacidad de centros de datos podrá construirse de aquí a 2027 es más conservadora que la de otros analistas.
Scott Strazik, CEO de GE Vernova, sostiene que casi toda la producción de la compañía —incluyendo turbinas de gas y transformadores— está comprometida hasta 2028, lo que confirma que no hay capacidad adicional para acelerar entregas. Resolver las necesidades energéticas estimadas para Estados Unidos podría tomar entre 10 y 15 años, no cinco. Además, otros cuellos de botella como permisos de construcción y conexión de gas natural también retrasan los proyectos.

Todo este gasto masivo en infraestructura —que incluye bienes raíces, construcción, energía y equipos especializados— deberá recuperarse con ingresos provenientes de productos y servicios impulsados por IA. Las empresas apuestan a que los actuales modelos de chatbots e imagen evolucionen hacia agentes autónomos más costosos, y eventualmente hacia robots humanoides y sistemas empresariales avanzados. Bajo ese escenario, los proveedores de servicios en la nube podrían ver un crecimiento vertiginoso de ingresos.
El desafío financiero detrás del boom de la IA
Las proyecciones más optimistas de Raymond James apuntan a que los ingresos por servicios de nube impulsados por IA podrían multiplicarse por nueve en los próximos cinco años. Por su parte, un modelo financiero de JPMorgan estima que la inversión global en infraestructura de IA hasta 2030 alcanzará los 5 billones de dólares.
El cálculo resulta contundente: para ofrecer un retorno anual razonable del 10 %, la industria deberá generar 650.000 millones de dólares adicionales por año, de forma indefinida. Esto equivale a más del 150 % de los ingresos anuales de Apple (AAPL) y está muy por encima de los aproximadamente 20.000 millones de dólares que genera hoy OpenAI.
En términos prácticos, esto implicaría que cada usuario de iPhone en el mundo debería pagar alrededor de 35 dólares mensuales adicionales por productos o servicios de IA para sostener ese crecimiento, según JPMorgan.

Aunque estas cifras parecen improbables bajo modelos actuales, analistas señalan que existen múltiples vías para monetizar la IA, desde publicidad hasta soluciones empresariales de alto valor, pasando por nuevas categorías de hardware inteligente.
El mensaje final es claro: las proyecciones de las grandes tecnológicas no consideran totalmente los límites físicos y de fabricación actuales, mientras que asumen un crecimiento gigantesco del mercado de productos basados en IA. Aún no existe consenso respecto al ritmo al que este mercado podría materializarse. La IA está transformando industrias enteras, pero su expansión enfrenta restricciones reales y profundas incógnitas sobre quién pagará la factura final. Moderar expectativas —o ajustar los plazos de la revolución— podría ser prudente.
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